Abrí mi boca hacia el perfil de la nube que volaba indolente
como un suspiro de amor bajo la égida del cielo, antes de la paz
que en el corazón del manantial inventa noches de música clara
llegó la mordedura de los días al sol con el grito de la sed en los jardines
de flores ardientes, con el árido clamor de los paladares bajo el confín de la luna,
con las grietas hundidas en el seno de los labios como espadas de luz,
con el frío manar de los cactus en la piel del niño que crece; abrí
mi boca a la humedad, sentí el suave fluir del manantial cayendo
en mi interior mientras cerraba los ojos a la sed de la noche.
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