Tu verdad bruna se esconde entre las sombras de un pasado feliz.
Igual que en el tallo de la flor crecen las espinas del tiempo
de tu cintura nació la punzante sed de no herirte con las rosas
cómplices que se ocultan bajo los sotanos del alma.
Aún te imagino en el columpio de las risas
con el azul de tus ojos como bandera de los sueños
y en las manos un pájaro a punto de volar
entre las nubes del mañana.
Entonces la vida tenía blancos patios al sol
florecidos de eternidad igual que jardines sin invierno;
entonces las palomas aún llevaban en sus plumas
misivas que no anunciaban olvido;
entonces la luz era de plata como un resplandor gris
en el atril incólume de tu vientre.
Entonces te nombré con todas las sílabas prendidas a tu piel
que, otra vez, como antaño, volvió a ser un lenguaje
solamente nuestro.
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