sábado, 4 de mayo de 2024

La tormenta

 

Con el estrépito de mil carros celestes

que surcan el confín del océano como atletas invencibles

recorriendo la luz de un profundo bosque en llamas

surge la música de su melodía voraz.


Así el bramido que cae en la piel de las olas

y el relámpago venal que enciende la tiniebla

con la chispa mágica de un fulgor cautivo entre vientos ábregos

y largas crestas que se alzan como monstruos sin paz

sobre las dunas que el agua forma en los oleajes blancos

de una sinfonía fantástica y terrible.


La lluvia se agranda como un mar inverso

cuyo armazón se vierte en ondas de agua dulce

y es la tierra fértil su boca abierta a la sed

de todos los veranos que murieron

por no recibir la alegría de un presente líquido

en su matriz de madre virgen.


Y retumban los cristales y el insomnio de la luz

ilumina la negritud del horizonte,

y en tus ojos un resplandor de río culebrea en el iris

con el perfil de una herida que no sangra,

una herida como un espejo que reproduce mi imagen

bajo un nimbo de artificial palidez.

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