Hablan entre sí, aunque sea mudo el collar de sus nombres,
en el ramaje se exhiben con forma de corazón o de hexágono,
de aguja o de palma extendida, las venas largas que en la nervadura
mueren como raíces que el polvo de los senderos viste de máscaras
y el rocío deshila con su lengua amante en la piel de los racimos verdes
que al llegar la nieve comban sus látigos como esperando fustigar al día
que regala el alba con efluvios rojos de carmín y púrpura, mientras la rosa
de la aurora penetra el arracimado cabello con el cuchillo de la claridad
en los dientes de salvaje armonía para que la luz encienda la pálida tez
de las hojas antes de que el fin llegue con los matices ocres del otoño
mudando en amarillo o en granate, y sea el tiempo quien restaure la vida
en las yemas proclives que otra vez brotan entre el musgo y la bruma
que noviembre pone en el tapiz multicolor cuando a lo lejos los ojos
confunden el río y su caudal traslúcido con un arco iris de plata.
No hay comentarios:
Publicar un comentario