Este silencio omnívoro se vuelca en mí
como una campana de cristal caída del misterio de la luz.
Desde la contemplación un río de minutos se asoma a la estática raíz
de mi cuerpo y es cuando la memoria renace con la algarabía
en sus pétalos de flor marchita y el roce de un pálpito
en las venas del sueño.
Y brincan las palabras con la magnitud de un satélite
que rodea los estambres de la piel y da cobijo a las preguntas
vencidas por la fe indómita de los soldados de la edad.
Y no sé si llueve o si en el gris de este carámbano de luz
no hay más que el pasivo ejercicio de la nada.
Y no sé si exisitirá un orden al que acudir
aunque sea un desfile de carnaval el tiempo que va pasando
como un pájaro de luna entre las sombras del día.
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