Arriba crecen las lágrimas de la tormenta
y en el fragor retumban los tambores del ocaso.
Es volátil el surco que deja mi nave entre las olas de espuma
colmadas de furia con nubes de aire borrascoso
que arrojan su llanto de fiera herida sobre las cuadernas y los mástiles,
sobre el velamen henchido que recibe la inclemencia
de un viento huracanado con la fe de resistir al flujo
de unos azares invisibles que, como una efímera desgracia, pasarán
al devenir la claridad del cielo entre el sol y el azul de un pacífico amanecer.
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