viernes, 10 de mayo de 2024

El buzo


En el seno del agua las anémonas agitan su finos brazos

de esponjosa quietud y el cardumen como un tapiz de plata

se aleja con el impulso indomable de la tenaz corriente.

Filtra la luz su rayo solar con los cabellos derramándose

sobre la espuma que el mar bravío ensortija con el frenesí

del aire en las olas de una tempestad arrebatada, pero aquí

bajo la noche líquida peces sin condición rodean la piel

de mi traje con un círculo multicolor de tránsito fugaz,

sin demora en su orden de ramas fósiles que el inmenso

árbol oceánico columpia como si fuera una cuna que el río

subterráneo balancea entre algas, corales y rocas mecidas

por la mano ancestral del salitre azul. Y pasan el tiburón

y el delfín, la sirena y el haz que pone una flor de rocío amarillo

en la corona del viejo Poseidón, el pez que aova en un cúmulo

rugoso, y el crustáceo con su coraza imperial entre nubes de arena,

y en medio de la llanura traslúcida de un piélago inconmensurable

la sal de tu nombre da forma a la plenitud del silencio. Eres tú

mi superficie cuando miro cómo juega la luz con el recuerdo que surca

la corriente de mis ojos y enmarca el marítimo conjuro de no olvidarte más.

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