martes, 16 de julio de 2024

Los ojos abiertos de la noche

Siempre está ahí, con sus guedejas oscuras esperando la caída

de la luz, madre de las sombras, corazón de la efigie lunar,

negra espiga que alimenta los sueños con su trigo celeste;

señora muda que hace del silencio un ardid donde la vigilia

son dos ojos insomnes que vuelcan sus iris hacia la luz artificial

de los faros marinos, hacia las ventanas donde asoma la frente

del culpable como una herida que deja en el cristal huellas

de un lamento estéril, hacia el solitario vagar del desahuciado

por las calles de la melancolía, hacia el rostro del vividor que visita

las horas en que los relojes son libres, y le tientan y le buscan

con cantos de sirena en sus agujas de plata; dos ojos que no

pueden dormir porque los habita el miedo de no volver a despertar.


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