Juan, se niega a pedir dinero a sus familiares y allegados
para que puedan subsistir él y sus hijos,la dignidad y el orgullo se lo impiden.
Juan está viudo, fue despedido de su empresa(una constructora)
a través de un ERE después de más de veinte años de servicio,
se le acabó el paro y ahora cobra un subsidio para mayores de cincuenta y dos años
de cuatrocientos ochenta euros al mes, una cantidad que no es suficiente
para mantener a sus hijos menores( Ana de 15 y Jaime de 10).
Juan ha buscado trabajo en lo suyo de todas las maneras posibles,
ha dejado currículums en los lugares donde por su formación
y años de servicio podría obtener un empleo,
se ha registrado en los portales de internet especializados,
se puso en contacto con antiguos compañeros,
en todas partes le cerraron las puertas.
A sus cincuenta y tres años es difícil que una empresa,
por más que acredite competencias y dilatada experiencia en el sector,
le vaya a contratar.
Su hijo mayor, Raúl, de 28 años, que cursó los mismos estudios que Juan,
terminó el grado de arquitectura hace cinco años,
completó su formación con dos másteres,
los dos, padre e hijo, se han registrado juntos en los servicios de empleo público,
en las oficinas de colocación, en las ETTS y en todas las empresas
relacionadas con su profesión que les pudieran ofrecer un empleo.
Raúl ha conseguido trabajos temporales de camarero o de tele-operador
para así pagarse los máster y ayudar en lo que pueda a la familia.
A Juan, que es arquitecto, le ha salido recientemente un empleo de repartidor
de comida rápida que tendrá que aceptar, la ilusión de Raúl
a sus casi treinta años es tener a medio plazo su propio estudio de arquitectura,
le gustaría que lo emplearan en uno y así adquirir experiencia,
pero ya se plantea preparar unas oposiciones para profesor de dibujo
porque no ve otra salida o bien marcharse al extranjero
y probar suerte en otro país, los dos viven en España.
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