Esculpen los segundos su redondez de perla líquida
la metamorfosis donde se irisa la luz de la mañana,
su fragilidad de esquife recorrió el hondo túnel
que transcurre por el óxido de un canal estrecho
hasta llegar a la testuz de un grifo que saborea,
antes de derramarse, su oronda arquitectura
que parece ser lágrima, demorándose,
sin la sal del océano, con la dulce paz cristalina
de una fuente entregada al sorbo de mis labios,
a la sed que cierra mis párpados al recibir,
como un sacramento de amor, el agua
caída en el santuario de mi boca.
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