Hay un universo que se derrama en los límites de los relojes.
Ocurrió lo impensable y también lo previsible,
el sol ha viajado, una vez más, por el tapiz luminoso del cielo.
La luna asoma su faz lívida como una oblea gris.
La lluvia humedece las alas de los pájaros
que viajan al sur formando racimos negros
sobre el árbol azul del tiempo.
Con cada segundo nace y muere una flor
que nunca hemos visto
ni nacer ni morir.
Nos engañamos al pensar que es la misma flor.
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