Luz de luces en el corazón sombrío que ilumina la noche
con los fuegos artificiales de un impulso
que se vuelve arco iris
en los ojos sin mortaja de los días.
Nos cura del silencio inhóspito, de la rabia triste del moribundo,
del hostil instante en que las amapolas se ajan
bajo el peso secular de la tristeza más viva.
Nos regala un incendio que fluye por la sangre
como fluye el agua en torrente de invierno
por las venas angostas de la quietud.
Y no llora, siempre ríe como una serpentina danzando
en el aire festivo de las noches que acaban.
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