Desde el balcón del tiempo detenido la lluvia crece
como una espiral insomne, en su interior la invencible sedde la juventud traza dibujos de primavera que asesinan el frío
de los inviernos salvajes, meteoros de ansia roja encienden la noche
con rayos indómitos, y la luz se hace candil en los ojos
que miran la negrura que reside bajo la tez de los espejos,
carmín en la boca de un silencio que acompaña los latidos
de tu corazón en llamas, débil resplandor de miel
sobre el cáliz de mi puerta, el sol del amanecer
entre nubes arracimadas como telar de octubre
es una antorcha encendida que viste de claridad
los estertores de la luna, gris el territorio del tiempo
detenido en la lluvia que se hace memoria líquida
mojando los faroles nocturnos que iluminan, débilmente,
a la rosa del frenesí en las aceras de tu nombre hospitalario.
Desde el balcón del tiempo detenido ya no busca mi voz
un azul de mar que acompañe al diálogo mudo de los pájaros sin cielo.
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