Cérvido de la luz, sierva rebelde de Artemis,
pléyade que huye por la fronda con cascos
de viento. Pezuñas de metal que en el aire
son relámpago, el oro en el filo de la cornucopia
como un sol que el oráculo engendra. La cabalgadura
del rayo grácil con galope de sombras hasta el fluir
acuoso. En los iris del cazador la extremidad de la
cierva
es un destino, sin sangre ni muerte, el ojal de su cepo.
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