Créeme, hay augurios blancos como de sal amanecida.
En el marfil de tu voz un eco de fuentes, en los pechos
una campana que sonríe, en las manos un aliento de tigres
amansados por la niebla. No sé si las auras del designio
escriben con letras vírgenes, ignoro si un junco sobrevive
lejos del agua, y flota y se iza como un índice de helio.
Toda tú humedad y color de iris, el verde en la blusa,
el verde con destellos de esmeralda en los ojos
sumergidos por la luz. Y un nombre en las venas
que recorren los espejos de mi ser; y tus alas de fiebre,
icónicas como el murmullo de un dios. No digas nada,
solo mírame desde tu altar, yo reconozco tu noche,
un cielo sin nubes, una península encendida, un farol
donde resplandece tu rastro, eternamente vivo.
En el marfil de tu voz un eco de fuentes, en los pechos
una campana que sonríe, en las manos un aliento de tigres
amansados por la niebla. No sé si las auras del designio
escriben con letras vírgenes, ignoro si un junco sobrevive
lejos del agua, y flota y se iza como un índice de helio.
Toda tú humedad y color de iris, el verde en la blusa,
el verde con destellos de esmeralda en los ojos
sumergidos por la luz. Y un nombre en las venas
que recorren los espejos de mi ser; y tus alas de fiebre,
icónicas como el murmullo de un dios. No digas nada,
solo mírame desde tu altar, yo reconozco tu noche,
un cielo sin nubes, una península encendida, un farol
donde resplandece tu rastro, eternamente vivo.
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