domingo, 29 de agosto de 2021

Me parecías un árbol que nunca supe dibujar

 En el devenir cósmico vuelan los pájaros de la especie
con su alud de carne.

La roja semilla es un árbol que trepa desde el flujo
hasta el misterio de los tejidos;
y crece el magma del tiempo
-se solidifica-
tu perfil humano germina,
recibe la lluvia de los minutos,
absorbe en su tallo la raíz de la vida,
educan tu savia con mimbres de historia.

Eres un ser móvil,
un pensamiento de donde brotan ramas,
tu identidad son las líneas del espejo,
la voz de la sangre,
el círculo en que se confunden dios y la nada.

Sigues los juegos porque hay alegría en tus extremidades,
aprendes la cordillera de las palabras,
la matemática de los signos cifrados,
pero también eres amor,
luna, imaginación
en vocabularios que sonríen.

Conociste al ángel del sexo,
su perfume, como un lobo, sigue el aura de tu sed
-y qué hay de lo recóndito-
parecías un débil ocaso,
una nube sin hermanas.

No es real el vicio de dibujar en las ciudades tu rostro,
es como la firma que deja el sol al morir.

Todas las ausencias se escriben con tu nombre.

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