La campana duerme, sí, la campana duerme.
En su oblonga escritura yo adivino el rocío,
la espátula de luz hiriendo crucigramas de medianoche.
Alguien traza los pasos mirándose en el brillo solar de la piedra.
Tu cuerpo es un almanaque y se refleja en carteles
(son películas, máscaras de teatro, cabellos que el sátiro amó,
tal vez la domadora en su elixir de alba).
He comparado las alturas, sólo por entender la niebla
cuando gritan los pájaros noviembre.
He amanecido siendo columna y no me entrego a las lápidas
ni señalo el parpadeo de los puentes,
bajo tu nave,
bajo tu largo dedo de enigma.
En algún sitio clavó el silencio las raíces de un secreto,
me desvanecía rodeado de azul, entre la baba de los espejos
y un satén de pechos enhebrados.
Ella era alta y me rodeó con su media negra.
No, ya no imito el volar de los duendes.
Es algo más simple,
con los brazos en cruz vigilo mi sombra, y le hablo.
martes, 24 de agosto de 2021
Vigilo mi sombra
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