Qué misterio tu voz de lince,
qué azul sin hogar,
qué desnudez en la hojarasca,
qué temblor de vientre sur.
qué azul sin hogar,
qué desnudez en la hojarasca,
qué temblor de vientre sur.
Horarios en las escamas del pez solitario,
pero dónde la aguja vespertina,
la sincronía impávida de una sombra en el envés del espejo.
Llueve un árbol dormido,
frutos del ángel en los zócalos,
el verano es un himno de alas encendidas,
la luz llora al ver al murciélago escondido en su noche.
Crepitan las murallas en la sien ambigua,
duelen los horóscopos bajo el umbral tantas veces traspasado,
existen ventanas ocres en las perfumerías
donde el color es de nieve y las máscaras sufren un agosto impar.
Y la risa que embauca con banderas vírgenes,
y el cenotafio vacío que flota en un mar de acacias,
y la luna con ojos blancos,
y la luna sin mandrágora ni tiniebla.
Caballos de espuma sobre las olas del amanecer,
un faro de larga crin, el collar de las luces sobre la playa nupcial,
los amores tristes de las sirenas, su voz anfibia,
su lamento de cáliz.
Los trineos de la madrugada en el botón de tu labio,
la atmósfera de la sierpe, un ocho que trina,
el maquillaje de la noche adultera mis párpados
que son día, tránsito, un ejército de alacranes sobre tu cadáver albino.
No hay comentarios:
Publicar un comentario