martes, 10 de agosto de 2021

La ciudad, el otoño y tú

Huele a humus agrio, fermentación de la hojarasca,
el ocre color del otoño pinta la arboleda, dorados
y verdes ambiguos, el orín de la estatua sin reflejo de luz.
La ciudad con sus cabellos de plata como dientes de corona,
espigas de granito, tejas que la lluvia bendice, las torres
de la catedral, agujas impenetrables, alfileres sin vigor
entre la niebla. Un canto de espuma, lejos del mar,
una oración de almas, soliloquio estéril de los ángeles,
coros breves igual que latidos en el ámbar de las calles.
Tus pasos de avecilla, saltimbanqui de la virtud, escondidas
las alas bajo el sayo de tu nombre, atraviesas la claridad
y el reverbero, como un enjambre de candiles, ilumina tu faz
dormida en los charcos. Qué fácil si la huella te alza y hay
una doblez-de cuerpo, de canción, de beso y frenesí-
en los hombros, en la ternura del viaje, en el fluir vacuo,
estela núbil que escribe, sobre el agua estancada, los versos
de tu vida. Octubre no es real, me moja la lluvia del ayer, soy 
nostalgia entre los álamos de este parque que me lleva al sueño
de perseguir, sin pausa, el aire que ha vestido de otoño tu luz.

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