jueves, 19 de agosto de 2021

El pasillo desdoblado

Se puede recorrer un infinito,
qué suelo volverá
después de la agria estatura de la noche.

Hay un límite que grita
y rompeolas de perfil en el azul imaginado.

Su dimensión es un pliegue,
los paseantes hincan sus huellas de plomo,
quizá han vuelto a ser niños de espuma.

Los colores vigilan en la cósmica estancia,
el aire húmedo, en tu voz, expele rocío como una fontana muda,
la piel febril del ánfora viva, el triángulo enjuto de la cornucopia,
un gotelé lascivo en la media tarde
cuando te izas,
golondrina vieja con los mapas del mundo en tus alas, adónde el viaje
y la ternura del viento, qué horizonte
-un faro gris, una luz de viernes, un ojo de coral-
qué nada triste nos ampara.

Se anuncia el albor del túnel bajo la sombra de cien acacias estériles.

Antes que tú yo existí en el miedo, antes del abril
de las cometas encendidas
yo surqué el dulce equilibrio de esta penumbra,
enlosada, recta como un índice,
sombrero de yeso,
arteria vestida de oleos,
estanterías, sillones de piel sin labrar
bajo una luz de araña.

Y todo para qué,
si su final se desdobla en mí,
y desando el equinoccio
y regreso a lo oscuro.

Solo sé que mis pies son más reales que mis sueños.

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