Hay un acuerdo firme, tú y yo elegimos su compañía.
La palabra las designa: secreter, cómoda, lecho,
lámpara.
Son voluntad común que nos une en un espacio de luz
y sombra, envejecen con nuestra piel, su confidencia
susurra un idioma desconocido que, entre sí practican,
como invasores sin patria, vegetación de la isla que
somos.
Guardan los objetos del tiempo, la huella de los días
cubre con su pátina las rugosidades, la aspereza, el
color
de los muebles, la forma inmóvil de su geometría.
Han posado su raíz en los cimientos, árboles del
jardín
que es nuestra casa, pero tímidas, no crecen, porque
saben
que fueron elegidas para ser así, infancia del amor,
recuerdo
de vida por vivir, territorio donde no podrá arraigar
el olvido.
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