martes, 18 de julio de 2017

La lágrima



Asoma quieta, sutil, como un beso de agua.
Tiembla en equilibrio sobre un dolor candente,
palpita en el corazón de las pestañas, busca
un nido donde recibir el abrazo de la comprensión,
la sonrisa que calme su caída. Pronto romperá
igual que un río que brota cálido y muere en los
acantilados de la piel, en los pómulos del olvido.
Al pasar deja un rastro de humedad rota, le espera
el refugio de la comisura, ese lugar donde saliva
y llanto forman la palabra o el grito, el temblor
de la desdicha o la paz del silencio.

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