Chove en Santiago/meu doce amor.
Federico Garcia Lorca
Hay otra lluvia en el corazón.
Creer o descreer son láminas en los bolsillos,
vacías como una pregunta que aún no he pronunciado.
Este cuerpo tiene sus hábitos de hambre y pasión.
Un nombre, una imagen, letras que inventan la luz
en los párpados imberbes,
roces al cruzar escalinatas de musgo y gris,
ecos en los claustros de gárgolas invisibles
entre ramajes de espino y fuentes mínimas.
Afuera el agua inhibe la pulcritud de mi sombra,
paraguas sin color bajo las arcadas,
espejos en neblina detrás de cristales impíos,
abrigos que son rumor de sábanas
contra el aire y su caricia.
Otra vez salgo a la vida con un mensaje mudo en los labios,
soy ojos en la penumbra
cuando te veo en la estación abstraída de ti,
ajena a la canción de los trenes,
al pálpito cansino de los equipajes.
A la llegada la ciudad nos guía,
ciudad de luces pálidas y automóviles negros.
Te hablo con la voz de los héroes,
las palabras quieren ser testimonio de una edad infinita,
los pasos desdibujan el ciclo de la timidez,
se entregan a ti como rutas que voy abriendo
con las rodillas en flor del deseo.
Vuelve la lluvia y mueren las hojas del otoño,
en el silencio de las tardes
las chimeneas confunden su estela
bajo la oscuridad plomiza del crepúsculo.
A mí me bastan los hábitos de la incertidumbre
para sentir de nuevo esta humedad de sangre
que me inclina sobre la luz en tránsito,
sobre la guirnalda con que te imagino desnuda,
con tu piel que mi índice va surcando
hasta el frágil clímax de un éxtasis azul.
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