Son como una mano extendida a la paz.
Se trata de unir riberas, barrios,
voluntades con la firme ilusión de lo eterno .
En su medio, después de los pasos indiferentes,
el aire golpea los rostros que miran la turbiedad de las aguas,
el fluir cansino de esta vena que ensanchará el mar,
la huida juguetona de los peces hacia la sombra del puente,
el murmullo casi inaudible del tránsito,
la ciudad que espejea como una luz borrosa
en la piel líquida del río.
El día está gris, lo atraviesan pájaros
que circundan los pilares sin detener el vuelo,
asomado al pretil las barcas fluyen en silencio
con luces rojas en los mástiles.
Yo sé que no hay tiempo ni lugar,
el puente está en mí como una isla imaginaria
o un hilo sin fin que viaja en el recuerdo
hasta las urbes serenas,
hasta la fidelidad de las estatuas
bajo la penumbra de las horas vacías,
hasta el instante en que fuimos efímera extensión
de su historia impasible.
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