Demasiado fugaz tu cuerpo ido. No quisiera
que los lugares fueran imagen perpetua de algo sin ti.
El recuerdo necesita la prisión de una voz, el alma
de un latido, la testuz de la carne, para revivir
con la fuerza que aniquila la muerte. Por eso
naces cada día de la claridad, te aposentas
en la casa con la virtud del aire, dialogas conmigo
sin un verbo real ni un adjetivo simple, sin la ternura
del amante ni la pasión de las bestias que embisten
a la noche. Toda tú silencio de hojas caídas,
trino débil que susurra en mis oídos la frase dulce
de un rumor que sosiega la inquietud de no tenerte.
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