¿Eres tú quien amanece cada día? Como ágil pájaro
del silencio que huyera de la noche o piel que brilla
en el suburbio de las paredes sin voz, así el tránsito
de tu cuerpo por la ciudad en contraluz. No hablarás
y si hablas un coro de mimos ahueca el aire, no consigues
otra armonía que la faz de una espalda vibrante,
tu música es un espejo de ámbar donde el perfil
que dejas en al azogue me sonríe ausente. Cuando
el pasillo se abre los pasos del adiós reverberan
y ya no eres tú la presencia infinita, ahora te has
convertido en pulso que relumbra su vuelo sin las alas
de la rutina ni la vejez de los relojes que solo esperan
tu regreso.
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