Escribo para ti que no me conoces.
Escribo de mis cosas que quisiera también tuyas,
no reproducidas como una calcomanía,
sino leves, volátiles, símiles,
igual que los días y los años fugaces.
Porque los dos hemos soñado
con alguien que no nos quiso,
porque hubo en nuestras vidas
aventura, dolor, luz, azar,
cantos de felicidad y plenitud.
Porque en los capítulos nos buscamos
como supervivientes de un naufragio en un mar lúcido.
Porque todavía existen el temblor y la emoción,
la incógnita y el oropel, la lágrima y la sonrisa
que nadan en las letras de un poema que te nombra.
No me leas como si yo fuera alguien,
no soy más que la mano que dibuja en el aire
tu anhelo o tu esperanza, un círculo donde habitan
la memoria y el futuro, las ilusiones y las derrotas,
el amor y el odio, el sexo y la renuncia,
todo lo que hemos tenido y hemos perdido en la batalla.
Escribo para revivir lo imposible,
para que quizá tú me oigas y este susurro sea una luz
en el espejo de tus noches, en la cúspide de tu silencio,
en la lectura con que te alejas de ti y por un momento
te acercas a mí o a mi sombra.
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