Siempre queda un pedazo de mí en la habitación.
La última palabra que dije, mi aliento, la mirada
de las cosas, la luz perdida. Hay un rostro que olvidé
en el espejo, un pasillo que aún recuerda mis pasos,
la llamada de un teléfono que no repite los sonidos
de la noche. Otras voces se superponen a la mía
como escritura en las paredes o eco en los cristales.
No vivo solo, existe un mundo en los cuadros
que es un ayer perdido. Cada vez que cierro
una puerta los ángeles callan, las sombras ríen.
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