Te acompañan como ecos, susurros o latidos.
Guardan mensajes en botellas mágicas, palabras
que convidan al amor y a la muerte, danzas en los labios,
recuerdos de pasión. Escribí sus letras en papeles blancos
cuando los primeros aires del deseo habitaron mis días,
baile sus ritmos de azúcar en salones oscuros, comprendí
los versos del poeta en la voz musical del destino.
Fueron cómplices de la intimidad entre los rostros
y la noche, incitaron a las confidencias como un telón
que cubriera la desnudez infantil de un propósito.
Me regalaron vuelos inalcanzables con sones y estribillos,
con guitarras álgidas de cuerdas azules. En los momentos
tristes en que sucumbo al dulzor de la nostalgia vuelven
las canciones que amé, lo que una vez viví entre sus inagotables
acordes, la mirada que te busca mientras al fondo suenan
los viejos cantautores que ya no existen.
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