domingo, 16 de julio de 2017

Libros



Estáis ahí, dormidos,
con lenguas que quieren hablar,
tatuados por el pensamiento, la imaginación,
la vida.

Todos guardáis un mensaje de luz
entre los pliegues del papel,
en las pausas de los invisibles capítulos
que no se escribieron,
bajo las velas derrotadas
o la prisión de la mudez.

Poseéis nombres, historias, sueños,
mundos que supuran verdades paralelas
a la realidad simple de las horas.

Me habéis acompañado
como hadas que juegan con el tierno asombro de la infancia,
con el ansia de universos de la juventud herida,
con el lento crepúsculo
que hoy me habita.

Os leo sin memoria,
como si fuera alma, espectro o ausencia,
necesito el tacto, el olor,
la visión de unos caracteres que esconden oasis de pasión,
de aventura o de crónica.

Como amantes fieles esperáis la noche
para susurrar vuestro delirio de cristales azules.

Venid hasta mi mano,
descansad en mis ojos, habladme sin tregua,
sonad como una letanía
que puebla el corazón de acordes invisibles,
mimadme con la voz
que no cesa de inventar los días
para ser todos los hombres que no fui.


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