Guardas pájaros de alambre en las cómodas,
a ti te disgusta que revuelva dentro, buscándolos.
Quieres volar en los espejos
como si fueran un magma infinito de cuásares y azul,
posas tus ojos en los alféizares, inmóvil,
atenta a la luz que en el horizonte cae como un párpado ambiguo,
gris y púrpura a la vez.
La habitación para ti es un nido de recuerdos,
la vida trajo sus ramas, sus esquejes, sus peciolos de sangre
que tú, laboriosa, convertiste en tu hogar.
Abro todas las ventanas y entra el día,
tus plumas brillan al sol, es un tótem tu cuerpo de arcoíris bajo las sábanas.
Me dices que solo sabes volar hasta el confín de mis pupilas,
que la habitación es tu jaula, que son olvido los países donde nunca nieva.
Yo dejo abiertas las ventanas, por si acaso.
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