Habitantes
de lo pulido,
del esbelto
azogue de las cornucopias.
Con luz- la
silueta nítida-
o atardecer-
la figura borrosa-
su territorio plano, como cristal,
es mi casa.
Converso
con su geometría,
los miles
de rostros que poblé hallan nido en su regazo,
las
perspectivas son un juego de músculos y arterias,
de piel y ayeres,
de similitud y nada.
Detrás de
lo real, que se desdobla, existen estaturas,
edades que
cantan, ejércitos de ojos que descubrieron a un niño,
a un hombre
y, hoy, a un anciano.
A veces poliédricos,
como un fractal,
multiplican
su armonía de aristas
en la luz de un día dentro de los días,
en el círculo
de un reloj que mira,
paciente,
el suceder de la carne
en la íntima
prisión de los horarios.
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