Tú, la que
caza inviernos en otoño.
Tú, la que
va desnuda por fuera
y vestida
por dentro
como una
piel que abriga.
La noche ha
llorado antes de abrir sus ojos a la luna,
la luz es
verde en el reflejo del cristal,
las
palabras dormitan en el silencio de las horas sin sol,
tránsfugas
de mí.
Cimbreándote
al azar
las calles
son para ti una nube azulada,
un dragón sin fuego
Bajo las
pérgolas ya no hay sombra
ni rostros
tras las ventanas,
ni venden
los tenderos su alma
por diez
monedas de níquel.
Tus labios húmedos
en mis
labios
son el agua
de la luz.
Sé que solo necesito olvidar el recuerdo
para que no sea el recuerdo el que se olvide de mí.
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