viernes, 5 de agosto de 2022

Humildes pensamientos sobre la ley y la justicia

 

Hay una terrible libertad en el caos, el ímpetu del fuerte
destroza los corazones débiles, se busca un orden igualitario,
una justicia que no sea solo palabra, un mensaje universal
de fe en los hombres. Dictados que los propios hombres
hacen cumplir con la razón de la connivencia, con el temple
de la madurez en la boca, con la ceniza de la barbarie en las manos,
con la conciencia del bien en la pluma que dicta una resolución común
y lo hace con trazos seguros. Un juicio que no es de una sola voz,
es un mar de multitud, un río donde muchas aguas confluyen,
la tinta del juez son las voces de un coro, el pueblo alza
a sus príncipes para que hablen la probidad, la sensatez
y la cordura. Sin embargo, es la ideología, el interés personal
o de grupo, la ambición, la deslealtad, la falta de principios,
la impudicia, la traición a la ética, el deshonor, quienes
edifican la vida colectiva, la terrible convivencia con la jauría,
su máscara miente, la verdad yace en las letrinas del poder.
Un día fuimos los hijos de la revolución, el ideal humano
enarboló una bandera, los derechos nacieron como una lluvia
insolente, los límites encauzaron los ríos que bajaban
de las montañas, salvajes como aludes de destrucción.
Qué queda de eso, sino el papel, ya no el sentido fraternal
de lo humano. Huele al barniz que oculta la podredumbre,
huele a mendacidad bajo el techo de las cámaras donde los políticos
se prostituyen, dignamente, con Rolex de oro en las muñecas. Tal vez
la justicia solo sea un barco a la deriva en busca de una isla imaginaria.

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