Imaginé alas
de mármol en tus ojos, por eso no podías volar.
Como un
navío que no teme el horizonte,
así los sueños
del viaje, botellas que se lanzan vacías
desde playas recónditas, cielos de cartón piedra,
sin sol,
una voz que musita al niño relatos de marinos
desde la
isla del tesoro
que es su
boca
abriéndose
a la luz.
Las
costumbres nacen del tedio cuando el aire pesa
y las
golondrinas ya no buscan tejados en el atardecer de las plazas.
Tus labios
son de oro y tus senos son de marfil.
Hay pueblos
con casas como dentaduras de narval junto al mar,
las gaviotas
se pierden a veces en el resol del crepúsculo.
Veo barcos
de colores vivos, con nombres de sirena,
redes
guardadas con olor a cardumen, a escama podrida,
a yodo
blanco.
Imaginé
alas de mármol en tus ojos
-ya sabía
que eras ángel-,
alas de
mármol para que no te ices
ni puedas
decir adiós
al deseo.
Alas de
mármol en tu espalda
que niegan
mis ojos
cuando te
miro.
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