Yo sé que los
dioses reclaman al hermano. En el vientre
de la noche
una voz antigua, de niño, implora eternidad.
No traiciona
quien en la lid esgrime las mismas razones,
parecida
ambición, idéntica locura. Quiero que su alma
tenga un
sitio en el Olimpo donde los espíritus dialogan,
quiero el laurel en sus sienes, quiero para Polínices el destino
de los héroes,
la inmortal luz de la gloria. La ley humana
es ley de
cuerpos, la podredumbre no es el hábito de la dignidad,
sino la
huella que el poderoso clava en el vencido, con la ira
de quien
entiende el desafío como una afrenta de sedición.
Llegará el
castigo, la luz morirá, para qué proseguir si ya
no hay
noches de luna en mis ojos. Mañana colgaré del cáñamo,
que los
dioses sean benévolos conmigo y también reclamen mi alma.
No hay comentarios:
Publicar un comentario