La hidra es una madre que revive en la doblez,
porque al instinto no le asusta la muerte,
asoma como guardián de un lecho abisal,
dintel en llamas de la perdición.
Llegó el héroe con su párpado izado,
el animal mítico puede ser símbolo
o ardid, fiera en el cosmos,
escama de acantos, sulfuro de la luz.
La espada es semilla de finitud,
un corte limpio descabeza el tallo hostil,
brotan la flor y sus desnudos,
un coro bífido de pútrido aliento.
Pero hay astros que confinan los músculos,
hay dioses que labran columnas
en la sed ambidextra de las caracolas.
El dibujo de una cicatriz con el hachón del fuego,
su imagen en la luna del metal,
la sangre escarlata cubre de tósigo el haz de su flecha,
el monstruo híbrido ya no atemoriza a la noche.
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