De barro o adobe, en cristal humilde, pellejo de piel
que recoge su flor de vida. Del manantial su canto,
río de agua pura que baja enhebrándose, formando
un surco alegre que riega la semilla, el aljibe, el
pozo
y su misterio, embalse amanecido como madre líquida,
fluido donde beben los pájaros negros, azules, pardos,
de color iris, de frenético trino. Transparencia que no
moja
la luz, frescura de nieve amante en la grieta de los
labios,
sin gusto, solo humedad en el solano de mi cuerpo, fontanas
como ombligos de plazas sedientas, rocío en la piel,
ola
insípida que fecunda el ovario de los poros, tibio lagrimal
sobre la desnudez de mi hombría, tú, agua, tú el don,
tú la vida.
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