Sal del laberinto de las grecas, el gotelé son volcanes fríos,
granulada infancia de un cosmos en el cielo de la pared.
La cornucopia con su ondulación de rizos marinos,
su ojo cuadrangular, pestaña de azogue, lengua lisa y pura
como un metal transparente. Has dejado una sombra
en el brillo de la lámina, un holograma de piedad,
un recuerdo feliz que se ausenta en tu espalda.
Ya no vive la voz del teléfono, gong iluso, memoria
de un clamor, latidos sin música en tus oídos
de papier maché. Celeste la luz de la araña carmesí,
luz vertical, lluvia remota de candiles, lágrimas
cóncavas de un cristalino ya viejo, un traje de sol
granulada infancia de un cosmos en el cielo de la pared.
La cornucopia con su ondulación de rizos marinos,
su ojo cuadrangular, pestaña de azogue, lengua lisa y pura
como un metal transparente. Has dejado una sombra
en el brillo de la lámina, un holograma de piedad,
un recuerdo feliz que se ausenta en tu espalda.
Ya no vive la voz del teléfono, gong iluso, memoria
de un clamor, latidos sin música en tus oídos
de papier maché. Celeste la luz de la araña carmesí,
luz vertical, lluvia remota de candiles, lágrimas
cóncavas de un cristalino ya viejo, un traje de sol
imaginario sobre la piel de tu nombre. Otros mundos
en el color de los cuadros, sombríos cuadros de mujeres,
azul y gris al fondo, pátina de juegos en el atardecer
sin ventanas ni claridad, algarabía rota.
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