sábado, 3 de julio de 2021

La península feliz

Te invitaría a ser aire, azul, húmedo confín.

La ciudad es un cisne de sal,
nada entre las olas con su cresta altiva
como un pájaro que se cree pez,
solitario espécimen
en el sueño
de vivir en una península feliz.

Aquí conocerás los paseos
que durante el plenilunio cubre el mar,
los horarios de las caracolas,
el fulgor de un faro que siega la piel del océano
con su luz bifronte.

Hay otra ciudad de piedra,
colina de losas raídas,
jardín de sauces,
castaños
y rododendros
donde las ramas espían los rostros
de los que posan su virtud
en los bancos
de viejos parques sin edad.

Conocerás el asombro del silencio
cuando recorras la longitud del dique,
olor a brea,
a tangencia de rocas vivas
igual que dientes de leviatán
bajo el fluir de las bicicletas
en un teatro de sol y tardes de domingo.

Desde el pedestal la heroína nos señala con lanza inclemente, 
su historia es un repudio que creció como flor de hierro
en la canción del orgullo.

Y ahora ven, fluyamos por las avenidas del atardecer,
diáspora de luz, gentío que vive
y sueña los instantes infinitos,
déjate arrastrar por el río de la nieve
que es el tiempo al recordarnos
y no vuelvas a ser una brizna de azul
que camina por estas calles
que ya no son
lo que un día fue tu latido.




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