El engaño tiene un precio
cuyo nombre repetirás en las horas del silencio.
cuyo nombre repetirás en las horas del silencio.
Lo que vendrá te acaricia,
se vierte en ti,
descubre tu piel y tu sombra
como un narciso azul.
Entreviste el dolor y el destino del mito,
la ciudad en llamas,
la maldición del hermano
cuyo deseo innoble os condenó a la invisible luz,
a la desnudez de la hombría,
a la leyenda a ser el ojo de la traición.
Tus palabras volaban, se deshacían,
frágiles como volutas de humo,
tú las querías selladas como una profecía inscrita
en el alma de los amigos,
la familia,
el orden de un mundo que,
en medio del furor,
sobreviviese.
Desde las alturas gritaste contra el monstruo,
equino labrado
que en su vientre lucía espadas y dolor,
se aproximaba
con su rodar lento de animal tranquilo,
la madera brillante,
pulida bajo el sol inclemente,
la algarabía que no pudo intuir
el silencio asesino
que aguardaba
como un león en la negrura.
Cayó Troya,
en los ojos del conquistador
tu imagen era un nuevo sol,
¡no!,
dijiste,
pero ya sabías que en las tierras del Oeste
esperaba Caronte con su óbolo negro.
Y te acordaste de Apolo
y, de pronto, comprendiste su razón,
todo poder exige gratitud,
todo poder debe ser fiel a su dador.
Solo cuando pronuncies las palabras
que anuncien tu fin, volverán a creerte.
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