viernes, 23 de julio de 2021

Las huellas del peregrino sobre la flor del éxtasis

Desde la humildad y el corazón enfebrecido,

con vocación de ángel que cruza de rodillas

los páramos, andrajos sin color, la escarcela vacía,

los pies que no dudan en proseguir, el sol, la lluvia,

el viento, la escarcha, dominios donde las estaciones

azotan mi sed. Parajes áridos como lengua de caimán,

montañas de picos azules, lagos y valles en verdor,

gente campesina que regresa con la mies en los hombros,

señores en cabalgaduras de espanto, yelmos grises y espadas

de metal brillante, la cruz de Santiago, roja como cinabrio,

casas humildes de adobe y paja me dan cobijo, pan ácimo

y leche agria son el sustento. Iglesias donde mi fe descansa,

incienso y fulgor de pábilos, luz tenue, aroma a pústulas,

a mugre, a orines, curas de sotana vieja, penitentes de la cruz,

monjas al trasluz de los confesionarios, capillas sin oro,

cobre, madera, piedra sin pulir. Polvo de los caminos,

hospitalidad del buen pastor, niñas y niños semidesnudos

juegan en charcas, pajares, almenas derruidas. A lo lejos

un resplandor, me uno al coro de los creyentes, cerca

ya del prístino ser, la catedral se adivina con sus agujas

de cristiandad a poniente, el paso firme, el corazón

latiendo con un frenesí de pájaros ebrios, por fin

la llegada, por fin mi alma entre las voces, el altar,

los cirios, las naves cálidas, se arrodilla mi cuerpo,

rezan las bocas sobre el humo de los incensarios.

 

 

 

 

 

 

2 comentarios:

  1. Siempre una visita afortunada a tus letras, Ramón. Felicitaciones y salud.

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  2. Gracias, Julio, por la visita y el comentario que dejas. Un abrazo y salud.

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