El aguijón de luz de la tarde se posa en sus dedos
como una lengua mansa. Lee, quieta y dulce,
los misterios de un verso. Hacia qué murmullo
de ángel, desde qué isla de temblor, adónde irá
el arco iris que nace del poema si en sus ojos
reverbera el sol de la palabra, si en su corazón
grita el viento el aullido de la noche, si duelen
las sílabas en sus labios mudos, si llora al repetir
para sí los ecos de cada letra que huye, una vez
nombrada, con el faro de su luz en el alma aún vivo.
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