Lo miro inmolarse, sucumbir a la brasa
sin que me atreva a tocarlo. La ceniza
forma una escultura redonda y frágil,
con el humo que ejecuta un baile gris.
El cigarrillo se consume intacto desde
su pedestal de acero. Al contrario
de cuando en tus labios absorbías
su alma con la fuerza indómita
de la juventud. Entonces apurabas
la vida como si con cada cigarro
te fumaras el corazón del mundo.
Ahora solo quieres que el cilindro se agote,
y lo contemplas nostálgico extinguirse
como una extraña flor de otro tiempo.
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