Cuida con mimo sus plantas repartidas por la terraza de su vivienda de doscientos metros cuadrados.
La veo pasear a su perro, cuando hace frío bien abrigado, en el súper le compra lo mejor, visita regular al veterinario, lo deja en un hotel especializado en mascotas cuando se va de viaje, habla tan amorosamente con él como si se dirigiera a un novio, se le rompe el corazón cuando no está bien.
Tiene varios pisos que alquila solo a españoles, nada de inmigrantes, lo único que le importa es que le paguen, no invierte mucho dinero en su mantenimiento, lo básico para que sean mínimamente habitables, total siempre habrá demanda esté como esté la vivienda.
Las circunstancias personales de sus inquilinos, quedarse en paro, por ejemplo, le dan igual. Su filosofía es materialista, si te comprometes a pagar un alquiler lo pagas sí o sí, de lo contrario desahucio.
No tuvo reparos en contratar una empresa especializada para conseguir que dos de sus inquilinos con renta antigua dejaran por fin la vivienda. Cualquier medio vale ante la injusticia de cobrar menos por un alquiler de lo que marca el mercado.
Se considera buena persona porque hay amor en su vida.
Y es cierto, aunque ese amor se lo dedique, exclusivamente, a su perro y a sus plantas.
Está convencida de que Dios, cuando llegue el momento, se lo tendrá en cuenta para entrar en el reino de los cielos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario