Amorosas alas que selláis un pacto con el silencio
decidme qué palabra asomará de pronto en vuestro
nido, tenéis grietas invisibles y sois un mar de carne
por donde nadan los besos azules del ayer con la pasión
aún encendida por las sombras tenaces de la memoria;
os palpo en abertura, recorro la piel sin vértebras de un mapa
singular, percibo a la vez la suavidad de vuestro vientre
y el duro perfil de mi índice sobre la blanda cicatriz
que se abre en vulva, analogía del deseo que nombra
la inquieta sed que bajo la pátina de carmín se volcaba
en efluvios rojos mixturándose con la saliva más ardiente
y el sabor a cáliz dulce que nacía del roce de las lenguas
en conmemoración de los pétalos abiertos de una rosa
imaginada; os sentí áridos y os sentí humedecidos por la lluvia;
a veces quien ríe os tensa como un arco feliz, a veces
la tristeza os vuelve inútil noche y a veces sois solo palabra
a punto de salir a la realidad en la voz que de mi mente brota
para que se escuche el alma de los escondidos pensamientos.
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