Temo a los que son como animales salvajes,
ocultos tras la espesura, saltan para abrirlas heridas que no cicatrizaron, en medio
de un día de paz, en las noches de insomnio,
a la sombra de la más clara luz o de la profunda
oscuridad, tras el gozo o en compañía del dolor
aún vivo, ahí están, acechantes, emboscados,
a la espera de que llegue su momento, el de la espina
en el corazón por donde sangra la culpa, el del dardo
que se hunde en la memoria y sorprende al incauto
que se creía a salvo tras la coraza del olvido.
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