Pálida luna que asomas vertical entre las horas perdidas
acuéstate conmigo, abrígame con tu seno blanco y duro,
pósate en mis ojos abiertos al silencio de esta madrugada
que florece. Nocturna la música de oro y cascabel, canto
del murciélago y del búho triste, sueños en el alfeizar
con alas de ruiseñor que no llegan a mí ni a mi noche,
arpegio de sombras en los ecos de mi habitación. Teje
la araña su red de hilos con la sutil paciencia de un laborioso
orfebre, alguien llora, alguien ríe, el sexo vuela como un pájaro
feliz, dormita el niño en su cuna de ondas blancas, la muerte
y el dolor son el oscuro rostro de la noche, y yo aquí,
esperándote, igual que espero, impaciente, a la pálida luna.
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