Las perchas son una cruz donde los sueños
de los abrigos florecen. Hay un olor a jazmín
en sus cajones vacíos y un resol que se filtra
por la puerta a medio abrir de su jamba roja.
Guardé aquí el misterio de las palabras que un día
dije con la vestimenta del soñador, papeles
en los bolsillos que murieron de vejez,
los restos de un poema que nunca escribí,
tarjetas y llaves que no abrieron más cerrojos,
la hondura que dejó mi cuerpo en la piel forrada,
la lycra y el algodón de entrecruzado color,
la seda y la pana, el cuero negro y el azul
de los jeans, la gabardina que heredé a medias
oculta entre camisas que ya no me sirven, la ropa nueva
y la ropa olvidada como un efímero amor de verano.
Hoy son tan solo un vestigio en mi envejecida carne.
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