Alguien te regaló su entrega y fuiste nido de su hambre.
Por eso no eludas los pétalos de un amor
que en la realidad cotidiana convivió
junto al desdén de tu silencio.
Acoge la fortuna de saberte un faro
que ilumina la espera y el pensamiento de otro
igual que la luna es el misterio inspirador del poeta
cuando no alcanza la luz del sol a su eterna noche.
Y aunque un día se aleje de ti
-el viento del deseo es capricho y azar-
sin decir un adiós, piensa en el don que recibiste
como plenitud y no como ausencia.
A menudo crece en el jardín de la vida
un rosal que siempre dará flor,
si tú riegas su memoria con el agua clara
del más fiel de los agradecimientos.
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